¡Cuán preciosas son tus moradas, oh SEÑOR de los ejércitos!
Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del SEÑOR; mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo.
Aun el ave ha hallado casa, y la golondrina nido para sí donde poner sus polluelos: ¡tus altares, oh SEÑOR de los ejércitos, Rey mío y Dios mío!
¡Cuán bienaventurados son los que moran en tu casa! Continuamente te alaban.
Salmo 84:1-4.