Cuando llegó el dÃa de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del EspÃritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el EspÃritu les daba que hablasen. Hechos 2:1-4
