Avivamiento en Azusa



Avivamiento en Azusa

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Hebreos 13:8

El Avivamiento de la Calle Azusa fue una serie de reuniones de avivamiento pentecostal que tuvieron lugar en Los Ángeles, California, dirigidas por el predicador afroamericano William J. Seymour. La primera reunión se realizó el 14 de abril de 1906, en la Iglesia Metodista Episcopal Africana, y las siguientes se sucedieron hasta alrededor de 1915.

Personajes y lugares clave en este evento fueron Charles Parham, maestro; William J. Seymour, predicador; la ciudad de Los Ánge­les; Frank Bartleman, periodista; y el edificio de la obra misionera de la calle Azusa. En un pasaje de apenas dos cuadras en el centro de Los Ángeles, Azusa 312 es la dirección más famosa de la historia pentecostal-carismática.

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Aunque no estuvo presente en el comienzo del avivamiento de la calle Azusa, Charles Parham fue, en muchos sentidos, el padre teológico de este. Parham era un ministro me­todista en Kansas y en 1898 inició un hogar de sanidad en la ciudad de Topeka, donde se invitaba a los alumnos a estudiar las Escritu­ras en la comunidad de un pequeño instituto bíblico. Los alumnos no pagaban por sus es­tudios, sino que se les requería que “vivieran en fe”. En 1900 tenía aproximadamente 40 alumnos en una mansión en las afueras de To­peka, cuyos cuartos de ladrillos estaban distri­buidos en forma irregular.

En enero de 1901, una de las alumnas de Parham, una joven de 18 años llamada Agnes Ozman, fue bautizada en el Espíritu Santo y comenzó a hablar en otras lenguas, según el Espíritu le daba. Esto vino como resultado de un intenso estudio de las Escrituras en cuanto a la “evidencia” de haber recibido el Espíritu Santo. A partir de esta experiencia, Parham construyó su teoría de que el hablar en lenguas era la evidencia bíblica de que alguien había sido bautizado en el Espíritu Santo.

Desde 1901 a 1905, Parham y sus segui­dores predicaron el mensaje pentecostal en el oeste medio de Estados Unidos y ganaban conversos dondequiera que iban. En 1905 mudó el instituto a la ciudad de Houston y desde allí evangelizó a todo el estado de Texas y el sudoeste norteamericano. Hasta 1908 pudo ganar aproximadamente 25,000 seguidores en varios estados. Sin embargo, fue en Houston donde un predicador negro del sur, llamado William J. Seymour, se unió a su instituto bíblico y cambió el curso de la historia del cristianismo moderno. A pesar de las leyes segregacionistas que regían en el sur, Seymour pudo asistir a las clases dicta­das por Parham.

El Avivamiento de Azusa comenzó el 9 de abril de 1906. Diez días más tarde, un gran terremoto sacudió San Francisco, California, destruyendo más del ochenta por ciento de la ciudad y matando tres mil personas. En cambio, el Avivamiento de Azusa generó un terremoto de una clase diferente; un terremoto espiritual que aún sigue sacudiendo al mundo, y cuyas ondas y sacudidas han llegado hasta la tercera, la cuarta y la quinta generación y abrazado a más de setecientos millones de creyentes llenos del Espíritu en todo el planeta.

Como la noticia corrió rápidamente, a la casa de los Asberry (lugar de reuniones) comenzaron a llegar multitudes de todas partes y diversas culturas, unos con curiosidad y otros para ser bautizados con el Espíritu Santo. Durante la tercera noche de estas reuniones, después que muchos se habían ido a casa, el 12 de abril de 1906, Seymour estaba arrodillado orando junto a otro hermano cuando él mismo fue lleno y comenzó a hablar en otras lenguas.

El 14 de abril de 1906, Seymour arrendó por 8 dólares mensuales un viejo edificio abandonado, ubicado en la calle Azusa No. 312, en el sector industrial de los Ángeles (EUA). Allí había funcionado una Iglesia Metodista. A la “calle Azusa 312”, se acercó mucha gente para ayudar a restaurar el edificio. Se pintó con cal, el púlpito se habilitó con dos cajones de madera clavados uno encima de otro y las bancas se hicieron de madera. No había plataforma y como Seymour estaba al mismo nivel de la congregación, se dispusieron los asientos de tal forma que las personas quedaban enfrentadas. Seymour se arrodillaba y metía su cabeza en el cajón de la parte de arriba que hacía las veces de pulpito y pasaba largas horas en oración. De Seymour, el evangelista, John G. Lake escribió:

Tenía el vocabulario más disparatado; pero quisiera decirles que había médicos, abogados y profesores, escuchando las cosas maravillosas que brotaban de sus labios. No era lo que decía en palabras, sino lo que decía de su espíritu a mi corazón, lo que me mostró que había más de Dios en este hombre que en cualquiera que yo hubiera conocido hasta ese momento. Era Dios en él quien atraía a la gente.

En Azusa la forma de culto se apartó de las pautas de lo que se consideraba un culto ordenado, transformándose en un culto ruidoso y abundante en expresiones corporales. Ciertamente, estos inesperados efectos del derramamiento del Espíritu causaron escándalo en la opinión pública y en las iglesias establecidas. Las reuniones eran espontáneas, de tal manera que nadie sabía que iba a suceder o quién sería el predicador; no se usaban instrumentos musicales, ni himnarios. Los sermones eran en inglés o en lenguas que eran interpretadas, los cultos duraban entre diez y doce horas; en ocasiones se extendían por varios días y noches. El poder de Dios se sentía aun afuera del edificio; muchas personas caían de rodillas en la calle y de allí se levantaban hablando en lenguas.

Los miembros de Azusa, por doquiera que iban, llevaban pequeñas botellas de aceite para ungir a los enfermos. Las calles de los Ángeles pronto se vieron inundadas de gentes que fueron de casa en casa testificando y orando por los enfermos. En las esquinas de las calles cantaban y predicaban, también trabajaban como voluntarios para dar vestido a los pobres y alimentar a los hambrientos. Junto con el hablar en lenguas, ocurrieron otras cosas inesperadas. Por ejemplo: “…negros y blancos, en su mayoría inmigrantes europeos, compartían el mismo templo. En sí mismo, eso no era completamente nuevo. Pero lo inusitado era que personas blancas tuvieran a un negro como su pastor, y que negros y blancos se abrazaran efusivamente durante el culto, traspasando todas las normas de etiqueta que establecía la dominante cultura racista”.

Grandes milagros de sanidades se llevaban a cabo. La pared comenzó a llenarse de muletas y otros accesorios terapéuticos que se exponían como trofeos. Muchos con solo estrechar la mano del predicador para saludarlo, eran bautizados con el Espíritu Santo y quedaban hablando en lenguas. No importando la raza, el rango social, económico, académico, o la denominación cristiana a la que pertenecían, miles de personas corrieron a Azusa, para escuchar y ser testigos del poder de Dios.

El avivamiento pentecostal, o llamado también re avivamiento, fue la noticia que se extendió en 1906 y 1907 a otras naciones en el mundo. Llegando a las Islas Británicas, razón por la cual hoy en día hay presencia de pentecostales en Gales, Inglaterra y Escocia. Países Escandinavos, Europa Central, Los Estados de los Balcanes, algunos en medio de persecuciones, pero la palabra de Dios se extendió y el movimiento pentecostal se hizo más grande.

Países como Rusia protagonizaron persecución de los pentecostales; sin embargo, es un gozo que hoy en día se se a propagado el pentecostalismo unicitario en Francia, Italia y varias naciones de Europa Occidental.

El re avivamiento pentecostal llegó a la India, China, Japón, en donde muchos aceptaron al Señor Jesús como su salvador y recibieron el Espíritu Santo. También en 1912 y 1914 el avivamiento pentecostal llegó a Egipto, extendiéndose también en Sudáfrica. Una de las tribus más poderosas de África llamadas los Zulúes, fueron llenos del Espíritu Santo.

De esta forma Dios levantó obreros para trabajar en la India, China, Australia, Filipinas, Sur América y también en muchos lugares de Estados Unidos y Canadá.



Luis Bravo Santisteban

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