Seguramente en algún momento en la vida has escuchado a alguien decirte que ‘no calificas’.
En la escuela, en el trabajo o en la familia somos evaluados continuamente y esto nos puede llevar a dudar y preguntarnos si estamos a la altura de lo que Dios quiere de nosotros, de lo que nuestra familia espera que seamos.
Pero uno no debe ir por la vida calificándose por el entrenamiento y la competencia, porque el sistema de calificación de Dios es diametralmente opuesto al nuestro; Él no mira lo que el hombre mira, Él mira el corazón.
Para vivir en plenitud y ser mejores cada día, debemos aprender a aceptarnos como somos, con nuestros errores y debilidades, debemos confrontar esas partes que preferiríamos ignorar y entender que estamos en un proceso de cambio, que somos gente en reparación.
Efe 3:8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo,
Efe 3:9 y sacar a luz cuál es la dispensación del misterio que por los siglos ha estado oculto en Dios, creador de todas las cosas;
Efe 3:10 a fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales,
Efe 3:11 conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor,
Efe 3:12 en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en El.
Flp 3:13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante,
Flp 3:14 prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.