De Babel a Pentecostes, el poder de la unidad – Luis Bravo
Gén 11:1 Toda la tierra hablaba la misma lengua y las mismas palabras.
Hay un poder muy grande en la unidad, que en Genesis 11 vemos que Dios tuvo que confundir las lenguas de las personas para que no siguieran construyendo lo que hoy conocemos como la Torre de Babel. Dios habla que nada de lo que se propusieran seria imposible porque estaban unidos.
Más adelante vemos que cuando la iglesia comenzo su obra misionera al mundo, necesito nuevamente de ese poder de la unidad y esta vez en lugar de cambiar las lenguar, les regalo Dios por medio de su Espiritu Santo, lenguas que pudieran entender.
Gén 11:3 Y se dijeron unos a otros: Vamos, fabriquemos ladrillos y cozámoslos bien. Y usaron ladrillo en lugar de piedra, y asfalto en lugar de mezcla.
Gén 11:4 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso , para que no seamos dispersados sobre la faz de toda la tierra.
Gén 11:5 Y el SEÑOR descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres.
Gén 11:6 Y dijo el SEÑOR: He aquí, son un solo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Y esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible.
Gén 11:7 Vamos, bajemos y allí confundamos su lengua, para que nadie entienda el lenguaje del otro.
Gén 11:8 Así los dispersó el SEÑOR desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.
Gén 11:9 Por eso fue llamada Babel, porque allí confundió el SEÑOR la lengua de toda la tierra; y de allí los dispersó el SEÑOR sobre la faz de toda la tierra.
Hch 2:1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar.
Hch 2:2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados,
Hch 2:3 y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos.
Hch 2:4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.
Hch 2:5 Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.
Hch 2:6 Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Hch 2:7 Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando?
Hch 2:8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido?
Hch 2:9 Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia,
Hch 2:10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos como prosélitos,
Hch 2:11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.
Hch 2:12 Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
Sal 133:1 Cántico de ascenso gradual; de David. Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía.
Sal 133:2 Es como el óleo precioso sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el borde de sus vestiduras.
Sal 133:3 Es como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí mandó el SEÑOR la bendición, la vida para siempre.