El bastardo pródigo
Jamás dejamos de ser hijos de Dios; no es que cuando pecamos perdemos nuestra condición de hijos y nos convertimos en bastardos, no es así.
Aun cuando nos sintamos –o seamos- los más grandes pecadores, Él nos sigue amando, nos abre Sus brazos y nos otorga Su gracia.
Entender esto no nos da licencia para pecar; por el contrario, entender su gracia nos permite acercarnos con arrepentimiento sincero al Señor para dejar la culpa a Sus pies y nos inspira a vivir un nuevo comienzo liberados, sin un lastre que arrastrar.